29/12/22

El fútbol para mí

Qatar 18 de diciembre 2022



Un rosario de nombres, todos ellos ídolos de masas, con un valor exorbitante en el mercado de valores. Once de un lado y once del otro. Todos corriendo detrás de una pelota.

 

En el fútbol no conozco sino algunos rostros disparados por la publicidad, y aunque no sigo este deporte me doy cuenta que para las masas es una religión, una forma de vivir sin traicionar los colores de la camiseta. Esas masas de seguidores afirman que podrían cambiar de Dios pero jamás de equipo.

 

Muchos hinchas tienen almacenados en su memoria un sinnúmero de datos que se remontan a décadas: nombres y apellidos, quién pasó la pelota a quién, en tal partido y en qué minuto, antes marcar…

 

Pero yo no entiendo nada del fútbol. Nunca lo hice, pues desde pequeño ese deporte fue símbolo de mi frustración. En mi niñez no conocía sus reglas, ni su lógica. En la adolescencia se convirtió en una presión, porque escuchaba decir que ese deporte "te hacía varón". Ya en el seminario se convirtió en requisito obligatorio, y de hecho el baloncesto, que era lo que me gustaba por tradición familiar, era tachado como deporte para maricas.

 

En ese contexto me tocó crecer.

 

Pues bien, ahora me he reconciliado con el fútbol, me sucede cuando se juega el mundial. Antes y después el fútbol no me interesa.

 

Que me guste no significa que lo asuma. Tengo mi forma de ver ese espectáculo, porque todavía no entiendo sus reglas, ni conozco los nombres de jugadores y árbitros.

 

Lo miro siempre por la tele y apoyo siempre al perdedor. Al inicio del partido espero con ansia el primer gol, y desde ese momento con toda emoción apoyo al equipo perdedor para que empate el score. Mientras tanto, en esa mi “re-significación”, me alegro con una barra de hinchas y me angustio con la otra y las tomas de primer plano de los rostros de la gente. Estellora, aquél se desespera. La edad de los espectadores no es un factor que importe a nadie… y yo me fundo en frenética emoción al otro lado de la pantalla.

 

Al final, gané quien gane, he gozado del espectáculo. Luego me quedo tranquilo y dejo de ser creyente de esa religión de masas.

 

Aún así, el partido final del mundial en Qatar será irrepetible. Era un domingo, estaba en California sin saber que cuando me desperté el partido ya había iniciado y al no tener un canal de televisión habilitado tuve que verlo en Twitter, a través de cuentas que agujereaban los sistemas de seguridad. Comprendí que se trataba de un evento excepcional y así fue. Tanto así, que debía ir a la misa de las nueve de la mañana, y por suerte estaba de vacaciones, así que me dije: estoy de frente a un partido histórico, y decidí asistir a la misa a las once. Tuve todo el tiempo para saborear la tensión de ese partido. Menos mal no me dio infarto y he vivido para contarlo.

18/11/22

¿Cómo nació el libro-entrevista con el Cardenal Gregorio Rosa Chávez?



Agradezcor públicamente al Cardenal Gregorio Rosa Chávez, por su confianza y la oportunidad que me ha dado y que ha hecho posible publicar el libro: «Conversasiones con el Cardenal Gregorio Rosa Chávez, “Premio novel de Fidelidad” ».


Este libro, en formato de entrevista, presenta la experiencia de vida del adolescente salvadoreño, sacerdote y luego obispo auxiliar de San Salvador; que además trabajó al lado de monseñor Oscar Romero y eso le costó años de marginación dentro y fuera de la iglesia. 


Después de vivir el drama de los Escuadrones de la Muerte monseñor Gregorio trabajó en los diálogos de paz que deseaban sembrar reconciliación luego de tanta violencia que se cobró la vida de miles de personas, entre ellas sacerdotes, religiosas, catequistas y la vida del arzobispo Oscar Romero.


Al final de su vida pastoral, cuando “monseñor Rosa” iba a cerrar su ciclo como obispo auxiliar "vitalicio", el papa Francisco lo nombró CARDENAL, y lo transformó en el único cardenal obispo auxiliar en la historia de la Iglesia, hasta el día de hoy. Cuando eso sucedió ya habíamos iniciado con las entrevistas para escribir este libro.


Estas páginas que se publican en Centro América, que son un tributo a los salvadoreños, y que espero que atraviense fronteras gracias a las plataformas digitales, son 

una extensa entrevista en la que he raspado memorias de su juventud, he tocado nervios descubiertos y abierto cajones de sastre para confeccionar el semblante de un hombre de fe con esperanzas, sueños, dificultades, alegrías y tristezas. Sin duda, un hombre auténtico.


La franqueza de estas conversasiones nació de una antigua amistad porque nos conocíamos por el trabajo en el ámbito de la comunicación, participando en congresos en América Latina y Roma. 


Cuando nos volvimos a encontrar en marzo del 2017, fuimos a almorzar y allí nació la idea. Le propuse: «¿por qué no hacemos un libro? ». Para entonces ya había escrito dos biografías. Monseñor pensó… reflexionó… y aceptó. 


Así que cuando llegó el cardenalato en medio del proyecto, el libro tomó una dimensión más grande, porque ahora ya no era solo el obispo auxiliar – casi emérito – sino que era un Cardenal de la Iglesia Católica, con todo lo que eso significa.


Terminamos las entrevistas y la escritura en el año 2019, luego vino la pandemia, los días pasaron, el trabajo de cada uno ocupó nuestro tiempo relegando el texto en un archivo de cosas por definiri. Sin embargo, años después el libro está impreso.


Estoy contento por este testimonio escrito porque necesitamos peregrinos que hayan dejado signos en el camino, y Gregorio, que no siempre ha sido tratado con rosas, ha dejado muchos signos luminosos.

12/8/22

Ha fallecido en Buenos Aires Walter, el hijo menor del Gigante Manuel Camacho

El pasado jueves 11 de agosto falleció en Buenos Aires, Walter Camacho Gamboa, hijo menor del Gigante Manuel Camacho.


Walter fue el cuarto hijo de Manuel y Vicenta, a diferencia de sus hermanos Policarpo (+), Valentina y Gerardo nacidos en Bolivia, sus ojos vieron la luz en Buenos Aires, el 17 de junio de 1944. Según el mismo relató: “nací en un hotel en Caballito un invierno en el que mis dos hermanos nos visitaba”.

Manuel Camacho junto a su esposa y Walter, al vivir con los artistas y trabajadores del circo debían viajar constantemente por todas las ciudades en el que la empresa de entretenimiento se presentaba. En la década de los cuarenta, ese niño de ojos grandes, rostro moreno y sonriente acompañó a sus padres por el extenso territorio brasileño, porque el Gran Circo Norteamericano, realizó un extenso tour por ese país.

Fue así que Walter aprendió a hablar el portugués antes que el español, mientras sus hermanos residían en Cochabamba, junto a la familia Cadima, esperando la visita de sus padres y de su nuevo hermano.

Cuando toda la familia Camacho Gamboa se reunió en la zona de Liniers, en Buenos Aires, Walter acompañó a su padre trabajando en la puerta del famoso almacén inglés Gath & Chaves, vistiendo un pantalón y chaqueta idénticos al del gigante boliviano: ambos daban la bienvenida a la distinguida clientela.

Quedó huérfano de padre a los siete años pero encontró en sus hermanos mayores la figura paterna que le faltaba. Durante la adolescencia y sus primeros años de juventud, además de estudiar, trabajó para ayudar a la economía familiar.

El 24 de febrero de1967 contrajo matrimonio con Rosa Meli. Solo 9 meses antes había fallecido Vicenta, su madre, que no pudo acompañarlos en ese momento de felicidad familiar. Sin embargo, la alegría llegó a su vida junto a los cuatro hijos y varios nietos que adornaron el hogar de Walter y Rosa.

Más tarde, junto a Poli, crearon una sociedad de transporte escolar bajo el nombre de “Transportes Camacho” al que se dedicó el resto de su vida que siguió su curso y ya no regresó a Bolivia.

Poco antes de entrar al otoño de su existencia, Walter quedó en condición de no vidente, debido a la diabetes, y tuvo que recalibrar su viaje por este mundo porque comenzó a “ver” con los otros sentidos y, sobre todo, con el corazón.

Con su partida, desaparece un testimonio directo del Gigante Manuel Camacho, uno de los personajes históricos de Bolivia, envuelto en demasiados mitos urbanos.

Sin embargo, tres años atrás, tal vez al sentir que su peregrinaje se acercaba a su última parada, Walter junto a Valentina, por primera vez narraron sus recuerdos, y el autor de estas líneas puede confirmar, gracias a la generosidad de sus familiares, que esa memoria -más nítida- llegó hasta los oídos del más pequeño de los hijos del gigante, quien ahora descansa en paz.


Por: Ariel Beramendi