Para el
imaginario colectivo es más apetecible pensar que el Gigante Manuel Camacho,
terminó donando sus huesos a un museo y transformando su memoria en una leyenda
urbana.
Hasta hace poco
solo la tradición oral había mantenido vivo el recuerdo de un cochabambino que en
la década de los 30 y 40 fue una celebridad en Bolivia, sus dimensiones enormes
eran objeto de curiosidad ante las masas que pagaban para verlo luchar.
Sin embargo, las
noticias sobre la vida del Gigante Camacho comenzaron a mermar cuando emigró a
Buenos Aires. Regresaría esporádicamente a Cochabamba solo para visitar a sus
hijos y otros amigos.
El esfuerzo más detallado
por reconstruir la vida de Manuel Maria Camacho Medrano fue escrito por el
académico Alber Quispe que el año 2011 ganó el I Concurso Biográfico con su
ensayo “Semblanza del gigante de Jaihuayco (1899-1952)” en el que presentó
datos inéditos de su vida en Bolivia.
Posteriormente, la
visita a la “Llajta” de Gerardo Camacho, el tercer hijo de Manuel, despertó
nuevamente el interés por conocer más detalles sobre la vida del gigante
cochabambino que sin saberlo fue el embajador de la nación boliviana en
Argentina y Brasil.
Bajo estas premisas y animado por mi inquietud literaria contacté a Pablo Camacho, nieto de Manuel, para sumergirme en la historia personal de Manuel Camacho, preguntándome sobre su experiencia como padre de familia, esposo, trabajador migrante; e interpretando la aceptación de su diversidad ante la sociedad que lo etiquetó como un fenómeno circense.
Tiempo después, los primeros días del año 2020, en una fresca madrugada bonaerense Pablo Camacho a las tres de la mañana me esperaba en el aeropuerto para presentarme a Walter y Valentina, dos de los hijos del Gigante boliviano que no regresaron a Bolivia.
Después de conocer
y conversar con Pablo las primeras luces del día aparecieron y nos dirigimos a
Liniers – uno de los barrios bolivianos de Buenos Aires – y mi anfitrión me
presentó a sus padres Walter y Rosa, ellos habían dormido poco porque un
extraño venía a visitarlos y a remover recuerdos sepultados bajo décadas de
vida.
Encendí la
grabadora y viajamos hacia otra dimensión temporal, el hijo menor del Gigante
Camacho, ahora con 75 años, no vidente por causa de la diabetes comenzó a
contarme su infancia con Manuel Camacho que trabajaba en el Gran Circo Norte
Americano. Sus hermanos Poli, Valentina y Gerardo estaban viviendo en Bolivia.
Junto al circo,
Manuel Camacho, su esposa y su hijo menor recorrieron por tres años varias
ciudades de Brasil, al punto que el pequeño Walter había aprendido a hablar
solo el portugués.
En Buenos Aires, Manuel Camacho también trabajó en la famosa tienda inglesa “Gatichaves”, allí el gigante boliviano daba la bienvenida a la crema de la sociedad porteña que se daba cita en el almacén, y a veces Walter lo acompañaba vistiendo el mismo traje que su papá.
Cuando falleció
Manuel Camacho, Walter tenía solo 7 años y en casa no se volvió a hablar del
“hombre más grande del mundo”, solo en su adolescencia interiorizó la falta de
la figura paterna y comenzó a recorrer los viejos circos buscando colegas del
Gigante Camacho para reconstruir su historia personal. Tuvo la suerte de
encontrar un par de artistas circenses que abrazándolo le contaron más sobre su
padre.
La grabadora digital
registraba todo cuando emergió potentemente la figura de Vicenta, la joven mujer
cochabambina que estuvo casada con el Gigante de Jaihuayco hasta que enviudó a
solo 37 años quedando con cuatro hijos en un país que no era el suyo.
“No hay la menor
duda que detrás de un gran hombre, siempre existe una gran mujer”, sentenció mi
entrevistado, añadiendo que “Vicenta fue la mujer que en todo momento apoyó y
cuido de mi padre”.
Llegó la noche y no
habíamos desaprovechado ni un minuto.
Al día siguiente conocí
a Valentina la segunda hija de Manuel. Yo no podía estar más que agradecido
porque esa mujer octogenaria que emanaba serenidad aceptó conversar conmigo.
Para Valentina fue
triste recordar que sus padres y hermanos se fueron a Buenos Aires y ella no
pudo viajar con ellos porque se indisponía demasiado al viajar en tren. “Tenía
solo cinco años cuando tuve que quedarme con mi abuela en Cochabamba, ella
hablaba solo quechua y yo no podía entenderle”, recuerda Valentina,
explicándome que más tarde volvió a vivir con sus dos hermanos que regresaron a
Bolivia.
Pablo se acercó
con un pañuelo para secar las lágrimas de Valentina y ella continuó con sus
recuerdos: “En Argentina papá finalmente tendría un contrato de trabajo. Mucha
gente se había aprovechado de él. En uno de esos viajes Manuel y Vicenta
trajeron un niño envuelto en pañales y me dijeron: es tu hermano”.
Después de varias
horas de entrevista conocía algo más de los sentimientos, sueños y
frustraciones de un gigante, ahora tenía entre mis manos una historia que
contar y un deber moral con la familia que me abrió los pliegues de su memoria
y de su corazón.
Finalmente, sentí
vergüenza al tener que preguntar a sus hijos si era cierto que el esqueleto de
su padre fue expuesto en un museo en el que ellos dejaban flores los domingos.
Me parecía una pregunta cruel pero necesaria porque esa imagen era la escena
final del cuento, que en 1981, el célebre escritor Néstor Taboada Terán ofreció
a la sociedad boliviana curiosa de saber cómo había terminado la historia del
gigante. Comprendí que era un cuento costumbrista con mucha imaginación pero
que dio lugar a muchas más fábulas sobre el Gigante boliviano.
La verdad es que
Manuel se enfermó y su familia lo acudió en todo momento. De hecho, mi próxima
novela iniciará en una sala del hospital Muñiz donde Manuel Camacho
verdaderamente falleció.
@ariel_beramendi
***
Algunos mitos sobre el Gigante Camacho que el autor quiere desentrañar en su próxima novela
Durante el
confinamiento por la pandemia he descubierto muchos datos de la vida del
Gigante Camacho mientras vivía en Brasil.
También he
desterrado algunos mitos:
- “Manuel
Camacho comía tres gallinas por día y bebía 5 jarras de vino
en dos sorbos”. Esta frase era utilizada solo con fines publicitarios del
circo.
- El mundialmente conocido boxeador
Luis Ángel Firpo nunca se enfrentó con el Gigante Camacho. En noviembre de 1923
Firpo regresaba de su célebre lucha en Estados Unidos y algunos malos
entendidos hicieron que Firpo no asista a un partido de fútbol en su honor y a
una lucha de boxeo, entonces la misma turba que lo aclamaba manifestó en su
contra gritando “Muerte a Firpo”. Un artículo de New York Times del 14
noviembre de ese año da cuenta de lo ocurrido. Manuel Camacho se encontraba en
la ciudad y fue aclamado como su luchador favorito.
- La estatua que las autoridades de
Cochabamba enarbolaron en el barrio de Jaihuayco el año 2016 no representa a
Manuel Camacho porque utilizaron el modelo del gigante peruano de Paruro
- Manuel Camacho nunca vendió su esqueleto a la ciencia. Fue enterrado en el cementerio de Chacarita en Buenos Aires. Pablo Camacho el nieto del Gigante Camacho expresó en una entrevista telefónica que “tal vez los huesos de su abuelo fueron incinerados en el osario común”, declaración que llegó a los medios de comunicación como una afirmación oficial de la incineración voluntaria de los huesos de Manuel Camacho.
- Manuel
Camacho tuvo una vida itinerante como acostumbran los artistas circenses que
viajan en caravana; solo en la recta final de su vida alquiló una pequeña casa
en Liniers donde vivió rodeado de su familia. Walter y Valentina no regresaron
a Bolivia, Gerardo sí ha
regresado a visitar Cochabamba.
- Vicenta
de Camacho, decidió quedarse en Buenos Aires, cuatro años más tarde se volvió a
casar pero quiso que la gente la siguiera conociendo como la “hermana Camacho”,
pues se había convertido al Evangelio junto con todos sus hijos. Incluso su hijo
mayor “Poli” (fallecido) fue pastor evangélico y es recordado como un gran
predicador de la Palabra de Dios.
***
OPINIÓN PERSONAL
Mi intención es
presentar la historia del Gigante Camacho, como la historia de Manuel un hombre
que sufría de gigantismo y en su diversidad aprendió a superar su anormalidad y
construirse su vida. Fue un padre de familia trabajador que soñaba tener una
casa y vivir rodeado de sus hijos.
Hoy Bolivia está
herida por la división y necesita de modelos como el Gigante Camacho que nos
devuelven el orgullo de sentirnos hijos de una misma nación.
***
Cochabambino que reside en Roma.
Escribió “El amor bajo las piedras”
y entre otros libros publicó “Tito Solari, historia de un pastor”