
La pronta beatificación de Oscar Romero es una señal
más, en la línea de este momento histórico que vive la Iglesia Católica, para
ser testigos de Cristo con radicalidad; la fe católica que todavía está tan
arraigada en los pueblos latinoamericanos tiene un modelo contemporáneo de
santidad que recuerda que el amor sin justicia, no es amor; y la justicia sin
amor, no es justicia.
Oscar Romero apagó con su martirio la tensión entre el
“rigorismo doctrinal” y la caridad pastoral; pues asumió un rol profético ante totalitarismos
avasalladores de la dignidad humana que hoy se vuelven a presentar revestidos
de nuevas teorías e ideologías.
La figura cristiana de Oscar Romero en el siglo XXI nos recuerda el mensaje de la encarnación de
Cristo, es decir, Dios que se hace uno con el ser humano sin ser extemporáneo –
y que la comunidad cristiana se siente,
o debería sentirse, real e íntimamente solidaria con la humanidad y con su
historia.
Ariel Beramendi
la vivencia de la fe no acepta la tibieza... y seguir el ejemplo de una persona como Mons. Romero debe siempre entusiasmar nuestro cristianismo comprometido realmente.
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