La fraternidad de los "Sacconi Rossi" de la Isla Tiberina en Roma
Este dicho es
palpable en algunas ocasiones en las que la casualidad y la intención de
extraviarse en sus callejuelas, se cruzan con la buena fortuna de visitar
lugares insospechados que al parecer esperaban tu llegada.
Fue así que
descubrí una cripta decorada con huesos, cuyo punto central es un esqueleto
vestido de rojo, sentado en medio de dos esfinges marmóreas.
Sucedió después de una misa en la que decidí aprovechar la tarde dominical para regresar a casa por un camino alternativo, caminé delante de la Sinagoga de Roma, me dirigí a la Isla Tiberina para cruzar el río y vi que la capilla del Hospital Fatebenefratelli, que ocupa casi la totalidad de la isla, estaba abierta.
Sucedió después de una misa en la que decidí aprovechar la tarde dominical para regresar a casa por un camino alternativo, caminé delante de la Sinagoga de Roma, me dirigí a la Isla Tiberina para cruzar el río y vi que la capilla del Hospital Fatebenefratelli, que ocupa casi la totalidad de la isla, estaba abierta.
Era una tarde de octubre en la que los voluntarios habían abierto excepcionalmente algunos lugares cerrados al público.
Los voluntarios
del hospital estaban dispuestos a explicar las impresionantes obras de arte de
esta pequeña joya de arquitectura eclesial pero la mayoría de los turistas, amontonados
en la puerta, querían solo curiosear, tal vez porque no estaban dispuestos a
escuchar una explicación en un idioma que no fuera el suyo.
En la iglesia un pequeño letrero anunciaba que la Cripta de los Sacconi Rossi estaba abierta, y cuando pregunté cómo visitarla, un voluntario me llevó hasta la plazuela en frente a la Iglesia de San Bartolomé en el otro lado de la isla, y me indicó un acceso en el muro izquierdo de la iglesia.
En la iglesia un pequeño letrero anunciaba que la Cripta de los Sacconi Rossi estaba abierta, y cuando pregunté cómo visitarla, un voluntario me llevó hasta la plazuela en frente a la Iglesia de San Bartolomé en el otro lado de la isla, y me indicó un acceso en el muro izquierdo de la iglesia.
Un par de puertas
abiertas con aldabas de hierro fundido en forma de medusas, gastadas pero que brillaban debajo del
sol dorado y otoñal daban acceso a un pequeño ambiente con un altar de mármol pegado
a la pared.
Tras una breve explicación, el grupo de personas reunidas fortuitamente, descendimos a una cripta de dos alas paralelas. El lugar era húmedo y oscuro, decorado en su mayoría por cráneos y fémures de varios tamaños pegados a la pared e incrustados en los nichos. Una lámpara fabricada con falanges colgaba del techo que no era muy alto. Al final de la sala había un altar.
En el otro pasillo, las rejillas a nivel del piso exterior filtraban la luz del sol que iluminaban algunos cráneos desdentados y otros con orificios en la frente. Al fondo, un esqueleto nos observaba sentado y triunfante, cubierto con una capa roja y escoltado por dos esfinges cuyos brazos sostenían dos antorchas.
Tras una breve explicación, el grupo de personas reunidas fortuitamente, descendimos a una cripta de dos alas paralelas. El lugar era húmedo y oscuro, decorado en su mayoría por cráneos y fémures de varios tamaños pegados a la pared e incrustados en los nichos. Una lámpara fabricada con falanges colgaba del techo que no era muy alto. Al final de la sala había un altar.
En el otro pasillo, las rejillas a nivel del piso exterior filtraban la luz del sol que iluminaban algunos cráneos desdentados y otros con orificios en la frente. Al fondo, un esqueleto nos observaba sentado y triunfante, cubierto con una capa roja y escoltado por dos esfinges cuyos brazos sostenían dos antorchas.
Sin embargo, ese
ambiente surreal no era el fruto macabro de una mente perversa, sino todo lo
contrario.
Me encontraba en el oratorio de los Sacconi Rossi – que traduciré como los “encapuchados rojos” –una centenaria fraternidad caritativa que el Papa Pío VI había reconocido oficialmente solo en el año 1974 con el nombre solemne de Venerable confraternidad de los devotos de Jesucristo en el Calvario y de María Santísima Adolorida. Originalmente era un grupo de artesanos del barrio de Trastevere que tenían como actividad devocional el silencio y la oración del viacrucis en el Coliseo por las almas del purgatorio. Cuando realizaban sus procesiones o funciones litúrgicas, llevaban en sus manos cráneos humanos y antorchas o lámparas de aceite, vistiendo capas roja y una capucha del mismo color que les cubría el rostro dejando libres solo los orificios para los ojos.
Una de las
actividades de esta confraternidad era dar cristiana sepultura a la gente
que moría ahogada en el río Tíber o recoger los cuerpos sin vida que eran
encontrados en el río (que no eran pocos) y que no eran reclamados por nadie.
Antiguamente, las orillas del río Tíber estaban pobladas por “barrios miseria” y cuando el río crecía los pobres que vivían allí eran los primeros en perecer. Muchos de esos cuerpos eran sepultados en la cripta de la confraternidad de los Sacconi Rossi.
Por otra parte los
documentos sobre la peste de 1656, que golpeó con dureza todo el sud
de Italia, señalan que el Hospital de la Isla Tiberina fue convertido en un
lazareto para los infectados, de tal manera que las numerosas víctimas de esa peste
fueron enterradas en esta cripta.
Dar cristiana sepultura a los indigentes era una de las razones de ser de esta singular fraternidad. Pero todo cambió porque después del 1.861 – año del nacimiento del Reino de Italia – las iglesias y conventos ya no podrían ser utilizados como cementerios. Los encapuchados rojos tenían su propio cementerio en la cripta y utilizaron los huesos con fines decorativos, práctica que no era extraña como lo demuestran otras criptas de Roma.
Dar cristiana sepultura a los indigentes era una de las razones de ser de esta singular fraternidad. Pero todo cambió porque después del 1.861 – año del nacimiento del Reino de Italia – las iglesias y conventos ya no podrían ser utilizados como cementerios. Los encapuchados rojos tenían su propio cementerio en la cripta y utilizaron los huesos con fines decorativos, práctica que no era extraña como lo demuestran otras criptas de Roma.
No teniendo más más
razón de existir, los miembros de la fraternidad de los Sacconi
Rossi fueron disminuyendo y finalmente desapareció en 1960. Sin
embargo, a inicios de los años 80 los hermanos de San Juan de Dios y los
voluntarios del hospital recuperaron la tradición de los encapuchados rojos, y desde entonces cada dos de noviembre se celebra una misa en la capilla de San
Giovanni Calibita y procesionalmente se desciende a la altura del río Tíber. Algunos participantes visten capas rojas y muchos otros llevan candelas, mientras todos rezan por los muertos en el Tíber – que todavía hoy siguen aumentando –. Luego un sacerdote lanza al río una corona
de flores y seguidamente la procesión se dirige hacia el oratorio de los "Sacconi Rossi" y se desciende a la
cripta.
Documento expuesto sobre los Sacconi Rossi
Una traducción
libre del texto explicativo del lugar hace referencia a las "Cartas romanas"
publicadas en el periódico "El Momento" el 16 de noviembre 1922 en la
que describe la cripta de la siguiente manera:
"... en la entrada, una doble cadena de fémures adornan todos los
arcos; por aquí y por allá, sobre un pequeño muro de medio metro, y por toda la
extensión de las paredes hay esqueletos que tienen un nombre.
... del alto una lámpara formada por omoplatos, vértebras, falanges, metatarsos,
y huesos sacros: un paciente trabajo de piedad y genialidad con los huesos más
pequeños del cuerpo humano.
…en el fondo del pasillo, en la parte oscura un esqueleto vestido de capa
roja, elevado en un nicho.
El documento
expuesto por los voluntarios aclara también:
Los difuntos que hoy reposan en este lugar sagrado son anónimos. Sus nombres han sido cancelados por el desborde del Tíber del 17 de diciembre de 1937, tampoco ha sido posible recuperarlos a causa de la dispersión del archivo debido a las vicisitudes de la confraternidad y al largo periodo de abandono.
La Regla de los Sacconi Rossi especifica que solo el Prior - máxima
autoridad interna de la Confraternidad - puede sentarse en el sillón con apoyadura
para los brazos, y nosotros hemos atribuido esta carga al esqueleto más
completo aquí presente.
Fue un paseo por
esta ciudad secreta que ni siquiera los mismos romanos conocen y que me ha
recordado que los muertos continúan a vivir entre nosotros.
No hay comentarios:
Publicar un comentario